viernes, 18 de enero de 2019

Martes 21 de marzo de 2017.



La vida transcurre con los sobresaltos habituales como el que protagonizan los recién vecinos, una pareja belga de media edad que se acaban de instalar aquí en San Fulgencio, son informáticos y van a colaborar en una web, no se cual ni me interesa. Pues, al caso, han decidido hacer una reforma en la casita que han adquirido. Hace tiempo le contaba a la vecina gruñona que esto de las reformas deberían regularlo de alguna manera, ya que llevamos más de un año con reformas en el barrio y no hay descanso, empieza una y antes de acabar empieza otra, a la que sucede en pocos días una nueva y así se van encadenando, teniendo todo el año y todos los años ruídos y molestias de forma continuada. Yo le decía a la vecina que si fuera alcalde instauraría un sistema de fechas por barrios para que solo se pudiesen realizar reformas durante equis meses al año en cada barrio, obligando a los reformadores a concentrar sus obras en dicho espacio de tiempo en cada territorio o barrio.

Esto de las cosas que no tienen sentido y que nos afectan de una manera continuada debería de ser un algo a solucionar por aquellos que tienen la potestad para imponer normas. Por ejemplo las etiquetas en la ropa, lo primero es que duran muy poco tiempo legibles y al poco no sabes la talla, o su posición en la parte de atrás muy difícil de ver cuando la llevas puesta, si vas a comprar ropa y no recuerdas tu talla de camisa o pantalón lo tienes jodido, deberían ponerla en sitio accesible por uno mismo. Y el tema de las fregonas, los palos en concreto, pues te ponen una etiqueta pegada justo en el sitio al que va a ir a ponerse la mano cuando la usas, con el tiempo la vas degradando tu mismo y esta se va cayendo a trocitos, trocitos que a menudo van a caer en el sitio más difícil de coger pero a la vista, tan difícil es ponerla en un sitio donde no se vaya a tener que tocar forzosamente.

Ayer vi en la tele un programa titulado "no se qué de la extinción", y trataba de eso de las extinciones que los humanos estamos provocando, realmente un informe nauseabundo en el que el ser humano acaba retratado como una especie de primate ignorante y estúpido por adjetivarnos de forma moderada. Lo cierto es que parece ser que la estupidez supina de nuestra especie no tiene posibilidad alguna de ser contradicha. Estamos llevando al mundo al siniestro total, si no cortamos de inmediato nuestros criminales hábitos tenemos los días contados, y aunque los cambiemos ahora mismo, mejor ayer que mañana, de seguro que vamos a pagar un alto precio por nuestra infame aptitud con todo lo que nos rodea.

Y mientras tanto los orates más desquiciados y las mas putas reínas del baile son las que nos gobiernan, los drogatas del dinero y los cretinos más despreciables manejan los hilos del progreso y la economía, mientras que caprichosas hienas sedientas de sangre y enfermos coléricos dirigen nuestros ejércitos preparándose para una confrontación sin límites de la que nadie saldrá ileso, y sí las fuerzas de la ley son dirigidas por cutres chulos y sicarios de tres al cuarto, pero que atienden con premura o no las órdenes emanadas de la bandada de negros cuervos portadores de los libros sagrados de la Ley que ampara todos los crímenes y persigue al honesto padre y al honrrado operario. Y mientras enmedio del jolgorio los dineros del contribuyente que no llega a fin de mes se diluye por las cloacas de los estados promíscuos en busca de dorados retiros de los altos funcionarios y de deúdas impagables para todos los demás, que habrá de nuevo que devolver a la banca improva que nos lleva de la mano una y otra vez hacia la siguiente crisis inventada, filón inagotable de riquezas inconmesurables para saciar por un tiempo muy determinado y corto la sed del oro y los diamantes con que visten las zorras y los candelabros del poder.

E indeterminadamente seguimos comiendo plástico desde hace décadas, aunque sea ahora cuando atisban algunas voces a alarmarnos, ya no somos solo de carne y huesos, somos también de plástico y venenos cada vez más mortales.
Pronto se prohibirán las incineraciones de los cadáveres por su alto contenido en contaminantes. Mientras tanto los coches consumidores de petróleos se pasean por nuestras calles dejando tras de sí la certificación de nuestra humana estulticia. Las vacas y otros pobres seres que explotamos hasta que devoramos sus cadáveres después de haber convertido sus vidas en un infierno de crueldad y esclavitud sin esperanza de una vida digna, se están vengando de su carceleros y asesinos y con sus pedos contaminan los aires más que todas las flotas de vehículos del mundo, cumpliéndose así el dicho de que por la boca muere el pez, aunque este pez sea la sádica y voraz piraña humana.

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