lunes, 23 de mayo de 2022

Tiremos la toalla.

 



Tiremos la toalla y sumemos nuestros actos a los de tanto negacionistas. Sigamos la moda del exceso y la ignorancia supina y acabemos con las últimas esperanzas de la madre Tierra. Juguemos la postrera partida del tú o yo que lo valgo más.


No miremos ni atrás ni al frente, dejemos que todo acabe como quiere la mayoría, arrasemos la penúltima playa virgen, volquemos trenes repletos de desechos de plástico a la Mar Océana, quememos el bosque primigenio que aún resiste en un sitio recóndito y expandamos como locos desquiciados el siguiente virus arrancado de los reservorios de la madre naturaleza. 


Votemos por el que nos da la libertad del torpe y apedreemos al visionario que solo quiere que pervivamos sobre el planeta azul.


Ya no somos la generación más estúpida que nunca jamás pisó la faz de nuestra casa celestial, ahora somos la generación del minuto postrero, del culto al cuerpo y de las neuronas en peligro de extinción. Somos la carne de cañón de las élites extractivas que creen que podrán escapar a la debacle, a las consecuencias del día del fin del mundo.


Puede que la guerra termonuclear resulte una amenaza creíble, pero no veo quién será el estúpido orate que ose pulsar el botón rojo, porque será autor del fin de toda vida en la esfera terrestre; pero si que puedo ver con claridad, de hecho cada cual puede verlo sin esfuerzo, a millones de estúpidos orates arrojando inmundicias sobre nuestros hábitats, destruyendo con millones de gestos contaminantes nuestros ríos, mares, cielos, bosques, páramos y cualesquiera espacios que hoyemos con nuestras patas de seres sin cerebro.


Los científicos ya hace tiempo que tiraron la toalla, llevan décadas avisando que el reloj corre en contra nuestra y no veo a los mandatarios corriendo a ponerse las pilas. Hablan de unos costes desaforados para las empresas, pero olvidan que el dinero es sólo un invento de los poderosos, que disponen de máquinas y formas ingentes de crear trillones de billetes y que cada escalón de biodiversidad que pateamos y destruimos tiene más valor que todo el oro del mundo.


En fin creo que esto ya no va más, lo siento por aquellos que debían heredar la tierra.


La era de la estupidez

martes, 10 de mayo de 2022

La guerra de los idiotas.

 



Podría llamarla de cualquier otra forma, pero la infamia, la arrogancia, la prepotencia y cada uno de los calificativos que arropan a la maldad pueden agruparse en el de la idiotez. Cuando nos estamos enfrentando a una crisis tras de otra de carácter sanitario, humanitario y de pura supervivencia de la humanidad, que tras un descalabro económico que sigue al anterior, lucha por minimizar la sangría de una pandemia, cuando miles de millones de seres humanos no acaban de salir de la pobreza sistémica y millones mueren de hambre o de miseria cada año, cuando estamos ante el abismo de la subsiguiente extinción masiva de seres vivientes, de biodiversidad y de nuestra propia existencia ante el duelo de los orates que no dejan de arrasar con nuestros bosques, selvas y ecosistemas, cuando soportando sin poder hacerlo a unas industrias y a unas élites económicas depredadoras y extractoras hasta el límite de lo imposible que contaminan, degradan y destruyen nuestro planeta como si no pasara nada y a ellos no les afectase, cuando necesitamos como agua de mayo inversiones multimillonarias y políticas generalizadas para apoyar la investigación y el progreso para todos incluida la biodiversidad; es en este momento cuando tras las presiones de unos y el poco aguante de otros se declara sin declararse la penúltima guerra de agresión entre vecinos, entre hermanos que no tendrá un final feliz.

¿Qué hemos hecho para tener que aguantar a estos imbéciles a los mandos? ¿Cuándo vamos a tener unos dirigentes sensatos, inteligentes y honrados a más de honestos?

Tenemos muchos retos que superar y ninguno incluye otra guerra de destrucción, deberíamos apartar a tanto inútil que pretende llevarnos por la senda equivocada, tenemos que tomar las riendas de nuestras vidas y plantar cara a tanto orate desquiciado. Por favor, tenemos menos tiempo del que creemos para salvar el planeta y las guerras no ayudan.