viernes, 25 de enero de 2019

Cuento de Navidad: Yo también he tenido un sueño.



Lo cierto es que más que de un sueño se trató de una visión, ya que no estaba dormido sino despierto, y más que una visión he tenido muchas visiones, otros las podéis llamar alucinaciones, pero sea lo que sea que tuve era hermoso.

He visto como en el Mundo las ciudades se transformaban, respetando las joyas arquitectónicas de tiempos atrás, se reinventaban para acoger a ingentes poblaciones. Desde los cielos sobrevolados por miles de aeronaves inteligentes, individuales, insonoras y no contaminantes solo se apreciaba un inmenso jardín en el que las gentes vivían.

Casas y vehículos inteligentes que consumían, en el primer caso, o en el segundo caso se movían con energías límpias. Poblaciones cultas y con un empleo del 100%, preparándose para conquistar nuevos planetas, pero sin olvidarse del que les vió nacer.

Gobiernos de toda la Tierra empeñados en no molestar y no agredir a su vecinos, dotando inmensas cantidades de recursos tecnológicos y humanos para restablecer el equilibrio natural que con tanta constancia y estupidez sus antecesores burlaron y restaron, abocando la vida misma a un terrible fin previsto y denunciado reiteradamente.

Gentes que se movían libremente por todo el Planeta sin ser rechazados o segregados por sus riquezas, creencias, color o procedencia. Un Mundo donde los ciudadanos adquieren la nacionalidad en base a su residencia, sin necesidad de que lo sea su ascendencia o haya nacido en la tierra que se la da.

He visto poblaciones donde los niños jugaban en libertad sin temor a ser explotados o abusados, donde los hombres ya no tenían que ir a ninguna guerra de reyes y líderes pendejos que mandaban a sus ciudadanos a morir en trincheras, naves y aeronaves, aplastados por terribles tanques de la muerte, baleados como muñecos de feria, cocidos en su propio jugo por bombas inteligentes y letales que llegaban sin ruído hasta que explotaban y expandía el tufo de la muerte. Donde los policías cuidaban de la seguridad de sus ciudadanos y no de las de quienes usurpaban las esperanzas y robaban el futuro de todos.

Entre el nacimiento y la muerte, he visto como se cuidaban unos a otros y aprovechaban el corto tiempo que es la vida para progresar, para desarrollarse, para amarse, para enseñar y aprender, para curar y ser curados, alimentar y ser alimentados, proteger y ser protegidos, en un toma y daca sin fin donde la vida se agradece, se estima y se preserva como el bien más valioso.

Ojalá muchos más tuvieran este sueño, visión o alucinación y no se trate nada más que de otro cuento de Navidad.

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