martes, 22 de enero de 2019

Las últimas balas. Ultra Violet.



Ingenioso y creativo, Ultra Violet ilumina el camino de lo que está por llegar. Así anuncia Pantone al 18-3838 Ultra Violet, como color Pantone del año 2018 (más información en su página https://store.pantone.com/es/es/color-of-the-year-2018).

Los chicos y chicas de Pantone continúan diciendo que "evoca los misterios del cosmos, la intriga de lo que nos depara el futuro y los descubrimientos que vendrán. El vasto e infinito cielo nocturno simboliza aquello que es posible y sigue inspirando el deseo de buscar un mundo más allá del nuestro."

Cualquiera diría que a esta gente le ha dado por la filosofía, aunque en realidad se han apropiado de la paleta de colores que nos ofrece la luz solar combinada con las condiciones meteorológicas y nuestra intricada pupila en conexión directa con nuestras neuronas, haciendo negocio con ella. Y no, no critico esta actividad como tampoco podría hacerlo con la de los pintores artísticos ni con los que pintan nuestras casas, solo puntualizo.

El caso es que no es mi intención escribir sobre esta empresa ni sobre el antedicho color, ni tan siquiera de sus supuestas propiedades, aunque sí que reconozco haber utilizado este material para entrar en materia, nunca mejor dicho. Y así como algunos dedican sus esfuerzos en presentar las tendencias colorísticas del siguiente year, yo voy a aprovechar este que es uno de los últimos días del año para recordar a aquellas personas que se fueron y que nos hicieron mejores personas con su presencia, y no solo a las que se fueron este año que acaba, sino a todas aquellas que habiéndonos precedido ya se fueron incluso antes de que nosotros llegáramos, así como esas otras con las que compartimos tiempo de espera en esta nave sideral que es la Tierra y se han ido llendo durante nuestra existencia.

También quiero hacer notar el hueco de aquellos seres que sin ser personas han desaparecido junto a sus estirpes dejando un hueco irrellenable en las cada vez menos capas de la biodiversidad, recordando también a tantos de esos seres de cuatro patas, alados o con aletas que a manos de depredadores sin ética ni moral fueron masacrados a lo largo de tantos siglos en base a la codicia y la inhumanidad más palpable y desaforada.

Un especial ruego y una oración por aquellos millones de seres hermosos y únicos que ahora mismo están siendo sacrificados para saciar nuestra incontrolable gula y llenar de gruesas capas de grasa nuestros orondos culos, y no ya tanto porque nuestra cultura nos siga llevando a devorarlos con inconfesables excusas, sino por el maltrato innecesario y la crueldad con que acabamos con sus vidas que a menudo han sido una sucesión de miserias y sufrimiento, mantenidos en jaulas sin posibilidad de ver la luz del día o las estrellas de la noche, entre desechos propios y extraños, hacinados y sin llevar una vida animal sana y natural, golpeados, pateados, pinchados y aterrados por una maldad sin compasión de nuestros semejantes, de los peores de nuestros iguales.

Aprovecho la cadencia de mis letras para clamar al cielo que se que no tiene morador pero aún así lo hago para que no dude en mandar una terrible galerna que hunda las flotas de la extinción, los barcos de la destrucción del fondo marino y allí los mande para que nunca vuelvan a emerger. Que descargue la ira de los tifones sobre las flotas pesqueras que saquean la vida y que pronto dejarán solo en los mares y océanos los millardos de toneladas del plástico que arrojamos los tarados (ya salió la palabra tarado) a las aguas de la vida convertidas, como el Hijo de Dios convirtió el agua en vino, en aguas de la muerte.

Un canto de las ballenas que ya no se oirán por la necedad estudiosa de los lerdos nipones, el grito agónico ahogado en su propia sangre de los delfines de los fiordos del crimen masivo de los crueles daneses, el llanto de los zorros de la fulanía caballeresca inglesa, el mugido del poderoso toro agónico en las corridas de los malvados españoles, la masacre de los bisontes que aún humea en las praderas de los saqueadores yankis de norteamérica, el horror de la masacre en las matanzas multitudinarias de los pueblos nefastos del Asia, en las cacerías de la extinción de los grandes seres del África por los oscuros masacradores, las brutales ejecuciones de los perritos de la China mandarina y llena de inmisericordes amarillos, el aporreo de las llamas en las mesetas andinas por otros improbos de ojos rasgados, las focas asesinadas, los osos cazados ambos por sus pieles...

Pero estos recuerdos solo me traen la sensación de nunca acabar y no quiero dejar así este año, año en que de nuevo los orates que nos gobiernan aquí y en Guatapeor, en el polo y en el trópico, entre los rascacielos de Manhattan y las chozas de Nairobi, en los despachos de Oslo y en cualquier otro sitio que podáis imaginar hacen del mundo un sitio peor para vivir.

Muchas vidas se van hacia el Hades mucho antes de que debieran de entregar su óbolo a Caronte para traspasar el rio Aqueronte, unas veces por falta de un medicamento que los mercaderes de la vida y la muerte sobre estimaron en su precio, otras porque estaban en la guerra equivocada en un momento malo, muy malo. Hubo algunos que murieron solo porque querían vivir mejor, vivir con dignidad, vivir sin hambre y sin miedo y ahora yacen en las profundidales cuasi abisales del Mediterráneo, del Caribe o del mar de China que da lo mismo el nombre del agua salada cuando esta te cubre y te ahoga en un abrazo inmisericorde para no dejarte ya tocar tierra seca.

Quiero también recordar a las mujeres que fueron muertas por aquellos que decían a todos y a voces que las querían pero que en realidad no. Un mensaje a los políticos que no hacen nada para remediar tanta muerte prematura, otro a quienes sacan tajada del dolor de sus semejantes y un mensaje a todos los que por acción u omisión hacen que esta siniestra y maldita tendencia se perpetúe.

Para los creyentes en un Dios inexistente decirles que a lo peor no tienen tanta falsa creencia, pero que en vez de un Dios hay un Universo que dependiendo de nuestra energía, de la que proyectamos al morir y que a lo largo de nuestra existencia hemos acumulado vamos hacia un universo u otro. Se sabe que la energía no se destruye sino que se transforma, pues eso es justo lo que creo que pasa con la nuestra cuando dejamos de existir en este plano, nuestra energía se evade a un universo superpuesto donde están nuestros semejantes reales, somos una especie de espíritus y a eso volvemos. Allí viviremos una nueva vida plena o terrible según nuestro halo energético. Nuestra renta de bondades o maldades se hacen con nuestra desaparición terrestre rédito en la otra esfera. Ya veremos al morir si merecemos reir o llorar. Y eso que aquí todos pudimos gozar de las maravillas de este Eden convertido por mor de muchos bastardos en infierno del día a día, para semejantes y para especies.

Que tengáis todos un buen fin de año, y por favor cuando devoréis un pequeño trozo de animal, rogad por él, acordaros de lo que pudo ser en vida y pedidle perdón por lo que vais a hacer.

17 de diciembre de 2017.

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