jueves, 24 de enero de 2019

En recuerdo de los que la crisis dejó en la cuneta.



Sueldos de hambre y miseria y ...
jornadas laborales interminables.

Ateridos por el frío y cobijados bajo una chabola echa con materiales del vertedero próximo, con paredes de aglomerado carcomido por la humedad, por techumbre una pesada y vieja lona llena de agujeros que malamente impide que sobre sus cuerpos caíga la inclemente lluvia del otoño.

Con sus vidas a la deriva y sin entender porqué ellos deben de sobrevivir como las alimañas. No lo saben, solo se abrazan compartiendo su escaso calor corporal; él oye como rugen las tripas de su esposa amada, con sus ásperas y rudas manos, pero llenas de infinito amor, acaricia el suave y dulce vientre que espera...
No puede ni quiere comprender ni entender las razones de este dios que no se merece tener mayúsculas en sus pensamientos. Su mujer y él mismo hace días que no prueban bocado alguno, pero su propia hambre no le inquieta lo más mínimo, su preocupación principal es alimentar a su querida compañera, que ya no gasta sus fuerzas en hablar ni llorar, porque debe de guardarlas para el que lleva en su vientre.

Desde que fueron forzados a abandonar la que fuera su casa por aquellos policías, que cumpliendo la orden de desahucio del maldito juzgado les empujó a los arrabales de la gran ciudad, las cosas se complicaron aún más, si eso era posible. El maldito trabajo por horas que tenía ya no le daba ni para pagar los transbordos del tranvía; además no podía dejar todo día a su mujer al albur de las inclemencias del tiempo, de la rapiña de los criminales que viven de las miserias ajenas o la intransigencia de las autoridades que cada día les conminan a alejarse un poco más de la vista de los poderosos.

Cuando llega la noche... enciende su última vela... una lágrima furtiva escapa de su ojo y se mezcla con gotas de agua que bajan de su frente ajada y quemada por tantas inclemencias... palpa el frío acero... ya no piensa, solo sueña en un despertar mejor... todo acabó...

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