domingo, 27 de enero de 2019

El Arca de Gaia. Parte primera.



Novela de ciencia ficción.
Comenzada a escribir el día tres de febrero de 2017 en San Fulgencio (Alicante).
Terminada de escribir el día tres de marzo de 2017 en San Fulgencio (Alicante).

Las piras de la humanidad.

La larga hilera de los que escapan, unidos por una fuerte cuerda colorada, destaca desde millas de entre las grises rocas envueltas de blanca nieve. Ascienden la montaña sin importarles el frío en busca de un paso que les aleje de todos los males. Allí abajo, en el valle que antes era su hogar, se ven las piras en llamas que queman sus casas, que queman a los quedaron atrás, que queman a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos.

La jauría que les persigue se siente cada vez más cerca, los asesinos que la empujan contra ellos se apostan de cuando en cuando y disparan contra la columna que interpérrita continúa a pesar que alguno de los suyos caiga abatido por las balas de sus acosadores. Parece que al final no lo van a conseguir, parece que van a ser pasto de las fieras.

Uno de los hombres que huyen hace un alto y se suelta de la cuerda, se aleja unos metros y se sienta sobre una gran piedra desnuda. El que va en cabeza, el guía, el que los manda, para y deja descansar a los demás, sólo un minuto advierte. ¿Qué te ocurre? reclama al que se apartó. Nos darán alcance, ahora no te rindas, sigamos y un poco más arriba les plantaremos cara.

Está decidido, vosotros seguid, salva a los niños y a las mujeres, detrás de la montaña está la tierra de los hombres libres, yo haré que paren, cuando os alejéis volaré este risco con la dinamita que llevo y provocaré un alud que con suerte acabará con esos malnacidos. Si no los paramos aquí, harán tiro al blanco en el otro lado. Está bien hermano, pero escapa cuando vueles las rocas, no te quedes a ver si murieron, te necesitamos para volver a empezar al otro lado. No te preocupes, le contesta el que va para héroe, os daré alcance; pero si no lo consigo y mi cuerpo queda aquí, cuída de los míos.

El valiente, se pertrecha trás un imponente saliente mientras mina la base que lo sostiene, ve cómo se aleja la cordada y de refilón observa cómo alguién arrastra a la fuerza a su amada que intenta soltarse de la cuerda. Unos minutos después han desaparecido tras el siguiente saliente, a pocos metros del paso que tan bién conoce. Escucha los ladridos excitados de los perros que azuzados por los criminales armados buscan hacer presa de los suyos, ya puede oler la sangre que llevan los primeros en sus bocas, sangre de los que han ido cayendo en esta caza del hombre por el hombre. Hace sobre su pecho la señal de la cruz, se encomienda a lo que va a venir, levanta la cabeza sobre el saliente, ve y observa como los primeros tiradores le ven también a él, levanta un morral lleno de cartuchos, una pequeña estela de humo sale de entre los pliegues de la bolsa, ve el miedo en los ojos de los que quieren matarle, deja caer el paquete en la base del saliente y ya no oye nada, ya no siente nada, su vida transcurre como entre tinieblas, luego algo parecido a un brutal crujido, y el lamento de los muertos, un olor acre entre sangre y fuego que todo lo inunda. Y al otro lado de la montaña, un grupo de más de mil personas, algunas heridas de bala, y todas llenas de esperanza atraviesan la frontera, unos policías vestidos de verde con tricornios negros levantan la cancelan, y un pelotón de ellos apuntan sus fusiles hacia la montaña, lo han conseguido, están a salvo, están en España.

Bienvenidos al Arca.

Los recién llegados son llevados hasta un amplio hangar rehabilitado para recepción de solicitantes de asilo, refugiados que huyen del horror y la guerra que se ha instalado en todo el mundo desde hace casi una década y que en este 2056, octavo año desde que se iniciaron los conflictos con los enfrentamientos civiles en Rusia y China, se calcula que han perecido más de mil millones de personas.

España mantiene su status internacional de zona franca sin conflictos que se habían resuelto hace veinticuatro años con la derrota electoral del Tripartito Constitucional, liga política formada por el Partido Nacional (antiguo PP), el Patido Social Demócrata (antiguo PSOE) y el Partido de los Ciudadanos Españoles (antiguo Ciudadanos), a manos del Frente por el Cambio encabezado por Podemos (que mantiene su nombre original) y coaligado con La Liga de Izquierdas (antigua Izquierda Unida y Partido Comunista), más una sopa de partidos menores y asociaciones de ciudadanos y activistas con diversos intereses.

El hombre que comandaba a los huídos se dirige a quien parece ser el oficial de los guardias. Gracias señor, ¿está usted al mando?. Si, dígame. Le contesta un joven capitán de la benemérita. ¿En qué puedo ayudarle?. Verá oficial, yo he dirigido a mis compañeros de escapada, gracias a Dios se han salvado muchos, aunque quedaron atrás más de los que hemos llegado, ha sido largo y duro el camino. Comprendo, asiente el capitán. Pero no hace muchos minutos, antes de iniciar el descenso, uno de los nuestros se apostó para detener a quienes nos perseguían y así logramos alcanzar su país. Lo sabemos, le interrumpe el capitán y ... Una comunicación por el intercomunicador del oficial le interrumpe a la vez. Con un gesto avisa al recién llegado que espere. El oficial se aparta unos pasos de su interlocutor e intercambia unas palabras por su aparato.

Tengo buenas noticias. Le dice el capitán al refugiado. Cuando oímos la explosión previa a la llegada de ustedes, mandamos un drom de vigilancia que detectó a los hostiles, la Fuerza Aérea inició una operación de ataque preventivo, silencioso y selectivo; para acabar un operativo de montaña de nuestro cuerpo acaba de rescatar a un tal Alan MacGregor, herido pero vivo, en estos momentos están cruzando la frontera. Es mi hermano. El recien asilado llora de alegría, y se abraza al capitán que no puede evitar sonreir y dejarse apretar por el desconocido.

Aterrados y abatidos.

Aterrados por lo que dejaron atrás y abatidos por el largo camino recorrido aún no saben que su dura lucha por sobrevivir sólo acaba de comenzar. Hablo de personas, hablo de refugiados, no me importa tanto si lo hago de aquellos que huyen de la guerra fraticida o de invasión, o si me refiero a los que huyen del hambre o de la desesperanza por una vida que solo les ofrece una muerte miserable, hablo de personas, de seres humanos humillados por otros seres si acaso no tan humanos. Hablo de genocidios, de asesinatos y muertes sumarias; hablo de explotación, de vejaciones y sadismo, de atropellos y de esclavitud. Y hablo de hechos que ocurrían en la Europa de la segunda década de los años dosmil, años en los que los delincuentes hacían las leyes y los criminales disponían de ejércitos para aterrar al mundo.

El artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce el derecho de asilo:
        En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.
        Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

El artículo 18 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea garantiza el derecho de asilo:
        Se garantiza el derecho de asilo dentro del respeto de las normas de la Convención de Ginebra de 28 de julio de 1951 y del Protocolo de 31 de enero de 1967 sobre el Estatuto de los Refugiados y de conformidad con la Constitución.

Sin embargo en España, mi país, y en Europa, a la que pertenece mi país, se están violando estos preceptos a los cuales están sujetos nuestros gobiernos. A menudo me pregunto cuáles son las pautas para elegir qué leyes nacionales o internacionales son dignas de ser observadas por aquellos que nos representan, y si acaso nosotros sus representados tenemos las mismas posibilidades de elegir qué leyes nacionales o internacionales vamos a observar y cuáles vamos a hacer como que no existen.

También vengo observando que aquellos sobre los que recae la dignidad de juzgar los comportamientos contrarios a las leyes, que nos hemos dado solemnemente y que visten las togas de la magistratura, pueden compatibilizar la imposición de condenas que conllevan la privación de la libertad o la imposición de fuertes penas pecunarias a quienes ellos dicen que queda probado su acto delictivo, y por tanto son delincuentes y han de ser tratados como tales, y obvian los delitos que cometen aquellos que estando obligados a cumplir y ejecutar las leyes dejan de hacerlo, y con sus actos antijurídicos y a todas luces inhumanos provocan la muerte de los que reclaman sus derechos.

Y por supuesto incluyo en mi acusación a todos los que debiendo detener a quienes dejan de hacer lo que por imperativo de la ley les es obligado hacer no los detienen y permanecen impasibles viendo como se cometen los crímenes contra las personas, crímenes en los que a menudo éstos proporcionan la brutalidad, la desproporción y la violencia ejercida en el nombre del Estado.

Puede que un día se cumplan las leyes y que ese día éstos delincuentes que ejercen la satrapía tengan a bien cerrar sus putrefactas bocas en el vano y falaz intento de ejercer de fiscalizadores de los actos de justicia que se hagan contra los impúdicos y criminales actos que se hicieron mientras ellos tenían el poder, ejercieron la dignidad o portaron las armas que el Estado y la ley les otorgó para defender las leyes.

En recuerdo de aquellos que duermen el fin de sus sueños en las profundidades del Mar Mediterráneo, en los desiertos de Siria, en las montañas de Turquía, en el desierto del Sáhara, en las colinas de Marruecos, en las escarpadas orillas del Egéo, en los fríos ríos de Macedonia o en las terribles noches de los campos de refugiados de Hungría y de cualquiera de los sitios donde los gobiernos sin alma que dilapidan los recursos de todos en el altar de los mercados y en beneficio de los afortunados, sus verdaderos compañeros de viaje, dejan de ser nuestros representantes para convertirse en simples delincuentes, eso sí de guante blanco, chófer y prebendas de Estado.

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