martes, 22 de enero de 2019

La mentira, ese pecadillo.



Para la religión católica la mentira es un pecado venial y se lava en un plis plas. Pero en la vida real la mentira puede ser  causa de un mal mayor;cuantos no habrán caído en las drogas por las mentiras de los camellos y de los malos amigos; pueblos llevados a la guerra por las mentiras de sus reyes y líderes; patrimonios familiares arruinados por las mentiras del estafador; años perdidos por la búsqueda de un tesoro que jamás existió pero que creiste su existencia por la boca de un mentiroso; falsas promesas electorales y mil y un embustes de todos los troleros del mundo.

Cuanto desgraciado anda suelto y cuanto incauto nace cada segundo. Pero la gente sigue creyendo a pie juntillas los embustes y lo hacen, yo también, porque tienen la esperanza de que se cumplan las promesas. Hay muchos que afirman que a ellos nadie les da gato por liebre y es solo otra mentira. Esta forma de relacionarnos con los demás es tan habitual y está tan asimilada por la Humanidad que muchas falsedades se convierten con el tiempo en verdades. La propia existencia de dioses así lo demuestran, la mayor parte de los seres humanos creen en una u otra divinidad y sin embargo jamás nadie ha podido probar su existencia; quienes dicen haber hablado con él son personajes históricos de cuyas vidas solo quedan sus patrañas que un día relataron después de pasar días o semanas en el desierto, bajo el tórrido calor del astro rey, sin alimentos ni bebida, vivos de pura casualidad o a lo peor también mintieron en eso.

Los políticos, los empresarios y muchos dirigentes de grupos sociales, comunidades, religiones o activistas mienten a sus seguidores con el único propósito de dorarles la píldora, de darles lo que le piden con el fin de que les aplaudan y le den sus votos, sus me gusta, sus dineros o sus esperanzas; los que viven engañados por el que les dirige lo hacen con la convicción de la verdad, de lo cierto, aunque solo sea un espejismo que jamás habrán de reconocer hasta que otro encantador de serpientes, porque víboras estúpidas es lo que somos, le dore una nueva píldora del embuste.

Y entre embuste y embuste corremos el tupido velo de la ignorancia que nos envuelve en esta Matrix de verdad que se hace cada día a base de las mentiras que nos venden porque nosotros, incautos y predecibles chichinabos (por decir algo), se las compramos al primer encantador de serpientes que nos las quiera vender.

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