sábado, 19 de enero de 2019

Sábado 25 de marzo de 2017.



Hoy no tengo apenas ganas de escribir ni de nada, así que he estado rebuscando algún texto perdido para rehusarlo. Sin haber decidido, como de costumbre, sobre qué escribir, y dejándome llevar por los acontecimientos del día he encontrado un texto sobre la historia de parte de la Europa que hoy celebra los sesenta años de los Tratados de Roma con los que se constituyó el Mercado Común. Entonces los ingleses, al igual que hoy, preferían estar al margen del resto del continente al que pertenecen por mor de la geografía. El texto encontrado lo subía al face bajo la falsa identidad de Jhon Kennedy Toole escritor ya fallecido y autor de la galardonada novela "La conspiración de los necios". El texto lo escribí hace cuatro meses y en él contaba lo siguiente:

Hoy oí hablar de la roña de la patata refiriéndose a la hambruna que padeció Irlanda entre 1845 y 1849. Fué una terrible tragedia que provoco más de 2.000.000 de muertes, diezmando la población irlandesa.
Lo más duro de esta plaga vino por la humanidad que no tuvieron, como es habitual, las clases pudientes y sobre todo los terratenientes ingleses.
Tal y como narra la wiki: los irlandeses cultivaban el trigo que era exportado a Inglaterra, mientras ellos se alimentaban de los productos de la huerta familiar: patatas, gracias a que rinde más de una cosecha anual (2 a 4 según condiciones óptimas) y a que el tubérculo soporta condiciones de frío extremo —en Perú, Bolivia, Ecuador, norte de Argentina y Chile, se cultiva en la Puna o Sierra Andina—. En consecuencia fue esta situación de sometimiento irlandés bajo los británicos la causa de que la enfermedad de la patata tuviera tan trágicas consecuencias: mientras los patatales morían, los trigales gozaban de buena salud pero los irlandeses no podían acceder a este alimento pues pertenecía a los terratenientes ingleses. Karl Marx, contemporáneo de la hambruna, no dejó de testimoniar esta explicación, así como la crueldad de que, en medio del desastre humanitario, los terratenientes británicos seguían exigiendo a sus aparceros el pago del arriendo.
Esto que ocurrió en la Europa de hace menos de dos siglos, sucede a menudo en otras partes del planeta y mucho me temo que puede volver a suceder en la Europa de los Arrogantes Mercaderes.

Puedes ver más en:

http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_hambruna_irlandesa

Mientras los especuladores, reconvertidos en políticos, que rigen la Europa de los tratantes se congratulan en los palacios de la opulencia de los logros obtenidos para sus promotores y admiradores, grandes corporaciones y amiguitos del alma, mientras millones de europeos, al igual que los millones de irlandeses tiempo atrás, sufren las carestías producto de las nefastas políticas económicas que enrriquecen a la banca y suman día a día ceros a la derecha de una ya impagable deúda que no conseguirán devolver nuestros nietos en toda su vida por muchos años que vivan. Trabajan, los que consiguen un contrato, más horas y más años por menos dinero y con menos coberturas sociales, mientras se permite que atraviesen nuestras fronteras productos de otros países donde las otroras patrióticas empresas europeas se han trasladado para explotar convenientemente a pueblos enteros bajo el yugo de botos militares y tiranías de variado pelaje, con el pretexto de la libertad de comercio y el beneficio a corto plazo para los consumidores, que sin apenas apercibirse se están convirtiendo en los exterminadores de su propia clase trabajadora, de sus industrias y, al fin ya al cabo, de su prosperidad permutada por unos alimentos, unos trapos y unos objetos del low cost que son pura ponzoña para sus naciones, para la Europa del bienestar.

Yo, amigos, no tengo nada que celebrar hoy, si acaso tengo algo es el dolor y la rabia de que grandes pueblos, con pechos de acero, de nobles estirpes y coraje sin parangón sobre la faz de la Tierra, se hayen en estos días abocados a la miseria por la arrogancia de una clase política que se ha convertido en un cáncer para la sociedad a la que dicen representar. Hoy es un día de dolor y tañir de campanas en el que habremos de derramar sesenta años de lágrimas por las mentiras vertidas por los sátrapas que viven dilapidando el erario público para poder hacer realidad sus húmedos sueños de retiros de lujo, aunque hayan de tenerlos a costa del sacrificio de sus conciudadanos a los que arrebatarán, como hicieron los ingleses hace dos siglos, hasta la última brizna de trigo mientras les exigirán los intereses de la deúda ilegítima que ellos mismos crearon de forma ignominiosa, para en un último y bastardo acto arrojar a las fosas los cadáveres mugrientos de los pobladores de sus naciones a las lúgubres fosas que de nuevo abrirán sus fauces para devorar a nuestros padres, a nuestros hijos y a nosotros mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario