domingo, 20 de enero de 2019

Tres de mayo.



El tres de mayo de 1808, cuarenta y cuatro españoles sublevados en la ciudad de Madrid eran fusilados en la Montaña del Príncipe Pío, sus cuerpos fueron dejados a la vista de todos en señal de escarmiento. Pero ese día habrían muchos más fusilamientos, Madrid se tiñó de rojo.

El lunes dos de mayo, el gobierno invasor decretó la salida de los últimos miembros de la familia real, entre ellos los infantes María Luisa y Francisco de Paula. Al percatarse de ello, el cerrajero Blas Molina gritó al pueblo: «¡Traición! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todos los miembros de la familia real! ¡Muerte a los franceses!». Comenzó así el levantamiento. Murat escribió sobre ello a José Bonaparte que «el pueblo de Madrid se ha levantado en armas, dándose al saqueo y a la barbarie. Corrieron ríos de sangre francesa. El ejército demanda venganza. Todos los saqueadores han sido arrestados y serán fusilados». Tal como escribió el general, esa noche comenzó en la capital una implacable persecución de presuntos sublevados. Cualquiera que llevase una navaja —común entre los artesanos madrileños— era arrestado y condenado a muerte sin previo juicio. Las ejecuciones se realizaron a las cuatro de la mañana en Recoletos, Príncipe Pío, la Puerta del Sol, La Moncloa, el Paseo del Prado y la Puerta de Alcalá. Cerca de allí se encontraba la montaña del Príncipe Pío, donde se dieron los sucesos que inspiraron a Francisco de Goya para la obra que emprendería un lustro más tarde. Pocos días después, la población de Madrid tenía ya en un altísimo concepto de heroicidad a los caídos la noche del tres de mayo y algún tiempo después circularon estampas en las que conmemoraba su lucha contra Napoleón —visto ya como la personificación del Anticristo católico—.
(Fuente la Wikipedia).

205 años después España se halla en una situación análoga a aquella; ahora el ejército invasor lo componen los partidos políticos que pretenden mantener subyugado al pueblo llano, mientras secuestran la democracia y saquean las arcas de todos, subvirtiendo los derechos adquiridos con el sufrimiento y la lucha obrera de nuestros mayores, e hipotecando el futuro de nuestros hijos mediante artificiales deúdas y obligaciones inadmisibles creadas para actuar de cadenas de las nuevas formas de esclavitud moderna.

Y cuando uno de los nuestros se levanta y grita al pueblo: "¡Traición! ¡Nos han quitado nuestros derechos y ahora quieren llevarse los tesoros de la Nación! Moción de censura a los corruptos", ni se lo piensan, mandan al Murat de turno a fusilar en los paredones del oprobio y de la desfachatez a los patriotas que salen a la calle a enfrentarse con los criminales invasores que quieren doblegar la voluntad de las gentes de esta tierra de valientes.

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