miércoles, 30 de enero de 2019

Mi dinero, mi tesoro (de nuevo).



El proceso por el cual los bancos crean dinero es tan simple que es repelido por la inteligencia. Jhon Kenneth Galbraith (economista canadiense).
Sólo hace falta proteger los secretos pequeños. Los grandes se mantienen secretos gracias a la incredulidad de la opinión pública. Marshall McLuhan (filósofo canadiense).
(Fuente El Blog Salmón en https://www.elblogsalmon.com/mercados-financieros/el-multiplicador-monetario-y-la-oferta-de-dinero)

Cuando oígo hablar de las pruebas que se le hacen a los bancos para averiguar su salud, solo me cabe una sensación de incredulidad rayana con otra de alucinación. En esos momentos me pregunto cómo es posible que estos tiparracos que están al mando nos tomen el pelo de la forma tan descarada como lo hacen.

Hoy cuando estaba olfateando pistas para empedrar la base de mi escrito, aún sin decidir sobre qué narices (por no decir coño) iba a escribir, me fuí a la pregunta de siempre ¿Dónde va el aumento de la masa monetaria? y la puse en Google. El resultado a la pregunta que todos (risas y ja jas) nos hacemos cada dos por tres (seis) fue un abundante listado de webs, me decidí por visitar la que he enlazado con las aclaratorias frases de los citados y que os recomiendo visitar.

El caso es que los orates que nos gobiernan, llevados por su extrema codicia desde tiempos inmemoriales, permiten que se desarrolle entre nosotros una élite que amasa fortunas inconmesurables, con el único propósito de medrar luego en la alta sociedad, de ser considerados uno de ellos. El lujo y el boato no es lo mismo si no es envidiado y admirado. Tampoco lo es si está al alcance de todos. El egoísmo visceral por el que cada cual luchará a fin de no verse abocado a su muerte está en nuestro adn, él nos manda y a él respondemos. Es la ley de la selva la que nos rige, aunque vivamos en una supuesta sociedad avanzada. La realidad es que el hombre es una hiena cruel y vengativa a la que le importa un bledo el bienestar del otro.

Cuando la sociedad entera se despierte, si es que lo hace, habrá que hacer muchos cambios si es que queremos en verdad convertirnos en humanos avanzados. Entre tanto andaremos siempre al borde del abismo, ya sea por una guerra brutal y sin piedad, por la enajenación masiva o la locura particular de un genio destructor. Y aunque el mundo siga en pie, cada vez que uno de nosotros cae por la mano de otro, por su incompetencia, por su delito, por su codicia o por lo que sea hecho de forma injusta, estaremos asistiendo al fin del mundo, un mundo particular sí, pero un mundo al fin y al cabo. Y nunca debemos olvidar que somos seres únicos y particulares, que el mundo para cada cual es aquello que nos ocupa y nos llena, el espacio inmediato a nuestro ente individual. Con la vida se agota el mundo, con la muerte injusta de uno de nosotros el mundo pierde otra oportunidad, y estalla con cada fin un particular final.

Empecé hablando de dinero y acabo hablando de la muerte paticular, personal e intransferible. Con lo primero, el dinero, nos distanciamos unos de otros, y la sociedad nos impone sus reglas, unos por allí y otros por allá. Los ricos en resorts de lujo y los pobres en la choza de la humillación. Los bosques encantados de los pudientes donde las manzanas son siempre golden, y los bosques aterradores de los pobres donde el fuego voraz te alcanza aunque huyas veloz. Los rescates sin preguntas a los bancos donde los ricos hacen sus agostos, y las mil y una reservas para soltar la moneda bastarda que quita el hambre que el pobre arrastra siempre. Las jornadas en los despachos climatizados donde los asientos son de plumón y cuero repujado, contra las naves atiborradas de currantes donde cuelgan, si acaso, ventiladores para aplacar los calores insanos mientras doblas la espalda para ganar el salario que te mantiene pobre a tí y a tu familia.

Pero al final, la muerte que todo lo alcanza te iguala con el rico asqueroso. Ambos, el pobre y el rico, jamás verán al Dios esperado, morirán con las ganas de llegar a su morada y su desesperación no se hará eterna porque con el caer del párpado caerá la última esperanza de esa vida nueva. El paraíso estaba aquí, en el resort y no en la nave industrial, en la panorámica magnífica de las playas allende los mares, y en la vista majestuosa del nido del águila donde un loco quiso dominar la poca humanidad que sus ojos advertían. El futuro de los muertitos es el mismo o el polvo que queda tras el fuego purificador o los restos que no puedan devorar los gusanos que se deleitarán con las podridas carnes llenas de colesterol o no.

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