viernes, 25 de enero de 2019

Si tú me fallas, yo te fallo.



Yo aquí no voy a proponer nada que no esté ya en marcha, solo sé que si tú me fallas, yo te fallo; de echo cada vez más gente se está hartando de vivir bajo un puente, de ir a que le den la comida del pobre y esperar la maldita caridad que no se desea. El ser humano no es solo humano por su bondad, también lo es por su maldad. Si nuestros políticos y legisladores piensan por un solo momento que el hambre de alimentos y de conocimientos de tus hijos, que los medicamentos de tus mayores y que el techo sobre el que cobijarse cada uno de los días de los estúpidos que aún nos faltan por ver, pueden esperar uno o dos años, que esto ya se arreglará, en tanto ellos viven arropados por sus grandes emolumentos, sus jubilaciones millonarias, sus relucientes puestos en dorados consejos de administración y las mil y una dádivas que se autoconceden en los hermosos palacios donde se plasman las leyes y se deciden las medias verdades y las mentiras sinceras; realmente se equivocan, los hombres y las mujeres buenas que pueblan esta orgullosa nación les pondrán en su sitio más pronto que tarde, aunque antes deban de vestir las pieles del lobo, y manchar con el lodo de sus orines las sedosas cortinas de los palacios de invierno.

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