viernes, 25 de enero de 2019

Escribiendo con desgana.



Hoy 18 de julio de 2017, al igual que cada año se recuerda el día del levantamiento militar que dió al traste con la Segunda República Española. Por cierto que la República sufrió todos los males de este país, los socialistas más cerca de la derecha que de la izquierda con su eterno temor a las bases propiciaría un gobierno de derechas, que a su vez propiciaría una coalición de izquierdas con el Frente Popular y ésta llamaría al levantamiento militar que hoy se conmemora.

Pero este escrito no va de ese tipo de traiciones, hoy no tengo ganas de entrar en historias de índole patriótico o partidista, hoy quiero escribir de traiciones de verdad, de aquellas que no figuran en los libros de historia, de esas que le atañen al común de los mortales. Puesto que estoy leyendo la novela de Victor Hugo, Los Miserables, os traígo un fragmento: "La injusticia la había vuelto hosca, y la miseria la había vuelto fea. Ya sólo le quedaban los hermosos ojos, que daban pena porque, al ser tan gandes, parecía que se les viera en ellos una cantidad mayor de tristeza.
Partía el corazón ver en invierno a aquella pobre niña, que no había cumplido aún los seis años, titiritando con unos pingos viejos y llenos de agujeros, barrer la calle antes de que fuera de día con una escoba grandísima en las manitas rojas y una lágrima en aquellos ojos tan grandes.
En la comarca la llamaban la Alondra. El pueblo, a quien le gustan las imágenes, había dado en ponerle ese nombre a aquella criatura menuda que  no abultaba más que un pájaro, trémula, asustada y estremecida de frío, que se despertaba antes que nadie de la casa y del pueblo todas las mañanas y que siempre estaba en la calle o en el campo antes del amanecer.
Sólo que la pobre alondra no cantaba nunca."

A esta pobre niña, su madre hubo de dejar a cargo de un "encantador" matrimonio que regentaba una posada y tenía dos hijas. La madre de la pequeña que había sido abandonada por su novio rico e ilustrado personaje, debía ganarse la vida y pagaba una manutención por su pequeña, pero no vigiló y creyó a esos miserables que como tantos traicionó la buena fe de otro, y explotaban y maltrataban cruelmente a un pequeño e indefenso ser.

La vida esta llena de crueldades a cual más ofensiva. Yo veo la crueldad a cada paso en mi día a día, y no me voy a gastar un segundo de mi tiempo en detallar tales aberraciones pero haberlas haylas. Cuando oígo a mis congéneres echar pestes de quienes tienen el poder o de quienes mantienen privilegios heredados o ganados de mejor o de peor manera, huelo a la peste de la envidia insidiosa, que no por ser bastarda es menos cierta, aunque la envidia como sí sólo es tiña y suele devenir en contagio cuando se obtiene el favor de la suerte, venga ésta en compañía de la traición o de la felonía. Y no digo esto en verso es que sale así como en poesía.

Puede que el malo sea malo de verdad, puede que el tirano no deje que se albergue la esperanza en las almas buenas, puede que el esclavista que nunca ha dejado de habitar entre nosotros exija cada día más sacrificio a su reo, puede que el sexo arrastre las peores pasiones y devenga en crimen, puede que la vulgar ansía de tener lo ajeno convierta el deseo en vil robo, puede que el amor egocéntrico condene a los demás en aras de tu propio placer, puede que ni Dios se crea su creación y que sea el Demonio quien esté arriba al mando, puede que la política sea la forma de engañar más perfecta y la democracia una ilusión que engaña a bobos, puede que no seamos más que artistas de una triste comedia que hace siglos debería haber terminado con un final poético o sangriento, vete tú a saber. La traición lo que tiene es que pudo ser o no.

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