sábado, 19 de enero de 2019

Evolucionando que es gerundio.



A menudo me oigo criticando a la sociedad porque ya no me reconozco en ella; unas veces tengo cierta razón porque parece ser que se dirige hacia un lugar que no me gusta, un lugar que se por los libros de Historia que no es un sitio adecuado para estar; otras veces es por simple miedo o terror a que con su avance la sociedad me deje atrás, en estos caso trato de ponerme las pilas y reconozco que hay que avanzar, así que avanzo con ella.

Cuando un niño nace lo hace en la cabecera de la civilización, aunque nace sin memoria a la que recurrir en momentos de duda, nace con prestancia y libre de ataduras, listo para absorber la información que le rodea sin límites y sin el cansancio y la pereza que nos alcanza con la edad. Ellos, los nuevos seres humanos, están prestos para renovar el parque jurásico al que han llegado, siempre fue así y siempre será igual.

Pero entonces dónde está el truco, el fallo, el error de la Humanidad para que a pesar de que nos renovemos de continuo sigamos cayendo en los mismos fosos, tropezando con las mismas piedras. Cómo es posible que haya a las puertas de los nuevos tiempos las mismas viejas guerras de religión que arrasaron las naciones hace siglos, cuando aún no se había inventado ni la imprenta. Cómo es posible que sigan habiendo gentes que se crean superiores a los demás después de tanta sangre derramada por tan obscenas creencias. Cómo es posible que sigan habiendo esclavistas en un mundo tan avanzado y con tantos derechos sociales y humanos cuando solo hace dos siglos se desató una lucha sanguinaria para descabezar a tanto criminal, se hundieron barcos negreros, se bombardearon a cañonazos los puertos de donde salían, e incluso se desató una guerra civil en las tierras de América para abolir tamaña atrocidad. Y a pesar de todos los pesares, a día de hoy siguen penando los hombres y mujeres por la explotación impiadosa de otros hombres y mujeres que se creen con derecho sobre sus cuerpos y sobre sus vidas. Y no es solo la esclavitud brutal de la negación de cualquier derecho por minio que sea, sino la esclavitud encubierta que convierte al trabajador por cuenta ajena en pobre en un mundo rico y próspero. Y no hablo de Venezuela ni de África, hablo de España y de Europa.

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