Cada día que pasa se unen más y más científicos, divulgadores, políticos, personajes variados y personas corrientes al coro de los que denuncian que debemos parar, que debemos cambiar, que el final está a la vuelta de la esquina.
No importa, ahora mismo algún lector está pasando de seguir leyendo ésto porque en realidad no le interesa. Y es normal que no le interese porque hace tiempo que dejó de ser humano, ahora es un don nadie, ahora es sólo un número, ahora se ha convertido en un consumidor.
Asesinamos cada año sesenta mil millones de animales (60.000.000.000) para atiborrarnos con cadáveres infestados de medicamentos que evitarán que nos podamos curar cuando enfermemos. Tragamos sus carnes con glotonería y sin necesidad, almacenando sus grasas en nuestros cuerpos haciendo que enfermemos más de lo normal, exponiendo nuestras vidas a peligrosos problemas cardiovasculares. Ahora se nos vende la posibilidad de eliminar las grasas acumuladas en nuestras venas con los cadáveres de seres minúsculos que figuran en la cabeza de la cadena trófica, desmontando todo el sistema alimentario del biotopo marítimo del planeta.
A pesar de conocer la forma de evitar la contaminación atmosférica y estar preparados para erradicarla ipso facto, nadie mueve un dedo para detener el envenenamiento masivo y consciente de nuestro entorno más próximo y vital. Seguimos quemando combustibles para generar energía, combustibles extraídos de minerales e hidrocarburos únicos, muy probablemente, en el Universo ya que proceden de restos biológicos animales y vegetales descompuestos y comprimidos durante millones de años por la acción geológica. Pero a pesar de que disponemos de una fuente cuasi inagotable para la producción energética como es la radiacción solar, el viento, las mareas y otras por desarrollar, seguimos contaminando con los nocivos componentes de la combustión de estos minerales e hidrocarburos el aire que respira todo ser viviente.
Y aunque en términos temporales planetarios somos una especie recién bajada de los árboles, muchos de nosotros parecen disfrutar destruyendo los bosques mediante la quema criminal. Quema que cada año nos hace más pobres y nos acerca a una Tierra descarnada y sin base vegetal, abocando los fértiles espacios a desiertos sin vida. Quema que mata a congéneres, animales y destruye los esfuerzos de muchos.
Y continuamos mirando a los anuncios que nos prometen una vida mejor si tenemos la última moda que nos va a hacer sentir mejores, más altos, más guapos, diferentes. Aunque la realidad es que nos convierte en mera cartera de clientes, solo números de una estrategia comercial que busca nuestro dinero y nuestra esclavitud.
Podemos seguir riéndonos de las previsiones que día a día nos hacen llegar los científicos sobre el final que se acerca cada vez más y más. Podemos seguir contaminando sin sentir la maldad de nuestro proceder. Podemos bañarnos en el mar y contaminarlo con nuestros aceítes corporales cada día de este verano y del que viene y del siguiente. Podemos devorar cada día un pollo, un buen filete o las costillas de aquel cerdito al que nunca verás, para luego quejarte ante el doctor de turno de tus ahogos, de tus miserias que cada día tragaste con la carne muerta. Podemos saquear los montes para hacer montañas de papel con el que defecar, usar para leer o recibir el ticket de la compra, y luego dejar que se pudra en la basura. Podemos seguir usando plásticos para llenar las faltas de nuestra inteligencia como especie, plásticos para todo que nos matan y destruyen el medioambiente, que envenenan a los peces y al final acabarán en las tripas de los seres más cretinos, en las nuestras.
Podemos seguir así, con estas prácticas y con otras que no me molesto en exponer, pero ya no lo vamos a poder hacer por mucho más tiempo. Stephen Hawking ya ha pronosticado que no pasaremos de tres décadas, es posible que sean aún menos, todo dependerá de lo que emane del permafrost que se haya bajo la tundra y lo que fluya de los hielos que se derriten en los polos. Gases invernadero encerrados desde millones de años atrás, que cuando se liberen y ya está ocurriendo harán subir las temperaturas decenas de grados. También podemos esperar terribles consecuencias con virus que llevan congelados desde antes de los dinosaurios y que de despertarse podrían acabar con una humanidad ya en tiempo de descuento.
Y no me llaméis agorero, yo solo describo lo que sabios de verdad dicen a diario. Hay aún así soluciones, pero ponerlas en práctica es casi imposible. Solo con un avance tecnológico de carácter impensable en la actualidad, acompañado de un golpe de mano a nivel mundial para eliminar a las élites extractoras y vampíricas que han asolado y cuasi destruído el Planeta, podría poner en marcha de forma inmediata, resolutiva y exponencial las directivas, obras y fórmulas para defendernos de la hecatombe imparable que se nos aproxima. Otra cosa será devolver al Planeta la belleza que lo cubría y la biodiversidad que ha albergado hasta hace poco tiempo, pero eso sería una historia interminable y una obra de titanes nunca de mangantes y expoliadores como los que ahora gobiernan el mundo. Por cierto la masa catatónica de seres que habitamos el Planeta tendría que ser reeducada y reiniciada para cambiar sus hábitos y dejar de ser un impedimento a la continuación de la vida en la Tierra, un planeta de todos, incluso de las denostadas cucarachas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario