... porque para poder ver el camino que hemos andado para llegar hasta aquí, y trazar las sendas por las que aventurarnos en lo que nos queda de recorrido, tengo que acogerme a la filosofía (o amor por la sabiduría, y que es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje. De la Wikipedia).
La filosofía que es una mera intromisión en lo más recóndito de nuestras mentes, para pensar y deducir que nos va a pasar según que circunstancias se den.
Tengo que utilizar este expedito método para averiguar el cómo y el porqué de nuestras miserias actuales, y dar con las soluciones más adecuadas que, además, sean las correctas y posibles, he de investirme también de rigor espartano.
El ombligo en el epicentro de nuestros males.
Somos dependientes en el lecho materno de esta conexión con la fuente de la que emana la vida. Por ello cuando, ya desconectados con una cierta independencia, seguimos adorando nuestra querida cicatriz, y será, para la mayoría, el eje sobre el que rotar nuestras vidas.
El hombre no es malo por sí mismo, lo es por el exceso de amor que profesamos a nuestro ombligo. Y aquí quiero dejar claro que el ombligo al que me refiero no es solo la depresión de nuestro abdomen, sino al gen egoísta y criminal que yace en lo más hondo de nuestro ser.
Hay que legislar contra el ombligo y sus propósitos, porque si no lo hacemos correremos el riesgo de que los egoismos, las envidias, las avaricias, los crímenes y los malvados sigan ocupando los tronos reservados a los hombres y mujeres sabias, honestas y solidarias, a los ángeles y a los custodios de la bonhomía (afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento).
Cada poco tiempo, a menudo segundos, alguien sufre por los actos de otro, alguien es pisoteado en sus derechos por quien debe de protegerle, alguien pierde su dignidad o su vida en aras de un bien superior que solo habita en la calenturienta mente de quien decide quitársela.
En este mundo hay demasiados desgraciados inmisericordes que odian a quienes no son de su casta porque son diferentes, odian a los pobres por la pobreza a la que ellos mismos les sometieron, odian a los enfermos porque ellos se creen sanos e inmunes a la enfermedad, odian a los que piden derechos porque que ellos los acaparan todos.
Estos desgraciados inmisericordes están entre nosotros, a veces nos dan la mano pero esconden la que lleva el puñal, a menudo les votamos porque nos dicen lo que queremos oir pero ocultan sus mentiras con el velo de la opacidad, casi siempre vemos su cara amable y oímos sus expresiones educadas pero en realidad se trata de una estudiada falsedad.
Algún día habrá que legislar contra el ombligo.
Filosofando irremediablemente 2...
Teniendo en cuenta que se puede filosofar en modo erudito (instruido en varias ciencias) o en modo rudo (riguroso), esta vez me toca hacerlo de esta última forma.
Como ya he dicho sobradas veces, el hombre trae de fábrica un gen criminal, al que yo en otro escrito llamé el gen del chimpancé; y aunque podríamos considerarlo despreciable en seres evolucionados, es sin duda imprescindible para nuestra especie. Sin él jamás hubieramos podido alcanzar los logros que hoy disfrutamos.
Ciertamente esto nos lleva a una paradoja (figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción) ya que de sus propios actos, los del gen criminal, nacen a la vez avances y retrocesos.
La avaricia y la codicia que son influencias de ese gen, han llevado a los hombres a cruzar mares y desiertos, sin lo que aún no habríamos salido de nuestras grutas prehistóricas; pero a la vez llevó a la realización de matanzas y exterminios de pueblos indígenas y de especies animales.
Así que, abreviando, hay que dar por bueno el que portemos un elemento genético que nos procura ser ambiciosos y conseguir lo que ninguna otra especie conocida ha tenido jamás; pero no podemos dejar que el gen trabaje por su cuenta y riesgo, ya que a menudo la cuenta que engorda el susodicho es la de quien se vale de él, y el riesgo es siempre para los que van a sufrir las consecuencias de sus actos.
Filosofando irremediablemente 3...
Las frustraciones, las desdichas y, tambien, las cosas buenas de los hombres y mujeres que poblamos el planeta Tierra no son provocadas exclusivamente por el gen criminal del chimpancé, puesto que nuestro ente biológico se compone de muchos más genes, en realidad muchísimos más, y como diría mi amigo el Matías "y los que están por descubrir".
Disponemos de otro de esos genes que nos caracterizan, se trata del gen cobarde o como voy a bautizar el gen del ratón.
Este escurridizo y sorprendente gen nos ha traído, al igual que el del chimpancé, hasta donde hemos llegado en el sentido evolutivo del verbo.
Se trata de un apunte genético de la más alta especialización; en un primer momento de nuestra evolución fué vital para nuestra conservación como especie en desarrollo, sin él no existiríamos, probablemente los dinosaurios y otros mortales cazadores nos hubiesen abocado a la extinción (en esa época sólo existían nuestros antecesores mamíferos según la ciencia de la evolución).
El gen cobarde del ratón hizo de nosotros, en una primera fase, unos seres escurridizos y huidizos que lejos de presentar batalla a nuestros depredadores, nos urgía a escondernos y evitarlos. En esos oscuros y peligrosos días esta aportación génica fué imprescindible, y al igual que ahora, contribuyó a preservar a unos especímenes sobre otros.
Cuando los dinosaurios pasaron a la historia, los humanos, ahítos de genes criminales decidimos reordenar la cadena alimenticia y empezamos a dar caza y a extinguir todas las especies animales que por delante se nos iban poniendo; y a veces, considerando a los semejantes, pero de distinta apariencia o color, como otra especie animal, tambien nos propusimos extinguirlos con mayor o menor éxito.
En estos, de nuevo, convulsos tiempos el gen cobarde hizo que los hombres menos fuertes, pero más inteligentes, empezaran a escalar puestos en el orden de la supremacía. Es este gen el que encumbró a desgraciados como Hitler o Nerón a las élites de sus miserables naciones. Naciones que propagaron el terror y la muerte allende sus fronteras, creyendose dioses, creyéndose mejores, cuando en realidad solo eran más cobardes.
Filosofando irremediablemente 4...
Podría alargar eternamente estas tiras filosóficas sobre genética, pero creo que mejor lo dejamos con este último gen que os quiero presentar y que, como los dos anteriores, tambien protagonizó, protagoniza y protagonizará nuestro deambular por esta vida.
Bob Marley, al igual que todos los seres humanos y más animales de los que os podeis imaginar, tenía este gen y además lo afloraba continuamente; es el gen de la genialidad o como yo lo llamo el gen de Dios, este gen que en su nombre lleva de inicio la propia palabra "gen", debería de ser el que nos cataloguase como especie, sin embargo la inmensa mayoría de las personas no hacen uso de él de forma habitual, aunque la mayoría lo haya usado en algún minuto perdido de sus vidas.
Para Bob y otros muchos genios este era el verdadero motivo de sus vidas, ser genial; y lo eran y lo son todos los que de una u otra forma emplean sus preciosas y únicas vidas para mejorar la de los demás.
Hay quien para hacerlo aflorar usa métodos químicos como las drogas, otros sin embargo prefieren métodos físicos como el esfuerzo o el estudio, y tambien los hay que usan el método del "aquí te pillo aquí te mato", estos últimos son los genios del arrebato, y lo normal es que sobresalgan más que ninguno de los anteriores, pero son volátiles como el humo que se propaga trás el incendio.
Mañana o pasado trataré de sacar conclusiones sobre estos tres genes que tanto han hecho a favor y en contra de nuestra humanidad, y lo más importante el cómo deberíamos tratar de usarlos o cómo dejarlos hacer.
Filosofando irremediablemente, la conclusión...
Hubo una vez un niño que hizo una pregunta a su abuelo, cuando los niños todavía aprendían de sus mayores, el chaval quería saber cuál era el sentido de la vida. El viejo, mientras meditaba la respuesta, se lió lentamente un cigarrillo, lo selló con saliba, lo encendió con parsimonia, y dejando escapar las primeras volutas de humo, le dijo: el sentido de la vida es una pregunta sin respuesta, nadie en su sano juicio lo ha encontrado nunca, solo los locos dicen haberlo hallado, y creé me cariño esas personas no son de fiar.
El niño no era yo, os lo aseguro, y tampoco estoy tan loco como para haber hallado el sentido de la vida, aunque estoy en ello; si en lo de volverme loco y, por tanto, en lo de hallar el sentido de la vida. Y cuando lo encuentre, allí donde sea que habite, os adelanto que os lo presentaré.
Hasta ahora creo que la conclusión del porqué de estos genes y del a dónde nos llevan, está siendo satisfactoriamente contestada: no lo sabe ningún cuerdo, y yo aún no estoy loco.
En cualquier caso si que se pueden hacer especulaciones, y yo voy a hacer la mía:
1º.- Tenemos un gran potencial genético, tanto para crear como para preservar, y por supuesto, para destruir.
2º.- No estamos usando nuestro cuarto gen más importante, que no es que se me halla olvidado de exponerlo, es que simplemente lo he dejado para el final. Este gen, hasta ahora omitido, es el de la vida o el gen inteligente. Creed me, este gen es el que tiene la respuesta al sentido que lo define, el sentido de la vida. Y su objetivo declarado es preservarla en toda su amplitud. Es un gen solidario, conservacionista, evolutivo, que despliega el amor, la convivencia y el respeto por los demás y por lo que nos rodea.
3º.- Cuando sepamos convinar adecuadamente estos cuatro genes y sus actos, podremos empezar a vislumbrar toda la belleza de la vida, y el porqué de ella. En tanto andaremos por los senderos de la arrogancia, de la estupidez humana, de las guerras y las miserias, del asesinato y del robo vil y nocturno. Entre tanto la vida se escapará como las volutas del humo de ese cigarrillo liado mientras meditaba.
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