jueves, 17 de enero de 2019

La hora del verdugo.

- Bueno, veamos, tenemos por delante una revolución que poner en marcha. ¿Cómo la quieren los caballeros, con sangre o con mucha sangre?.
- Por favor, un poquito de por favor, de caballeros nada de nada que para eso hacemos esto, camaradas, solo camaradas, faltaba más.
- Como ustedes quieran, pero al final caballeros sino tiempo al tiempo, que llevo ya demasiadas revoluciones a las espaldas.
- ¿Pero qué dice este viejo, lo oíste?. Igual se cree la Dama del Tiempo, no te digo.
- No se me alteren camaradas o caballeros, yo no soy la Dama del Tiempo puesto que hombre soy.
- Si, si, pues el Hombre del Tiempo o como sea, que más da.
- Dejémoslo, yo no importo, solo ustedes son los que importan, y ahora sus deseos son cosa mía el hacerlos realidad, así que por favor mucha o poca sangre para su revolución.
- Así me gusta, lo ves camarada, lo que queramos, no hay nada como disponer de todo el poder de los alrededores para que te den prioridad para todo.
- Ok Makey, pon sangre, mucha sangre, a ver si escarmientan estos de una vez.
- Querrá decir, camarada, a ver si escarmentamos todos de una vez.
- Porqué mierda iba yo a querer decir eso, la sangre toda para ellos, para los ricos, los mandamases y sus madames, je, je, para los curas y obispos, también para el de Roma, y para los policías y jueces.
- Insisto, camarada, la sangre una vez pedida y entregada siempre se derrama inopinadamente, ella es así.
- Vaya pues eso... ahora que lo dices, no sé; y tú que opinas.
- Que se derrame, a quien coño le importa, los muertos son los muertos, y una revolución sin muertos es una mariconada.
- Que sea sangre pués, y mucha, en abundancia, barra libre de sangre; esta vez vamos a por todas, no vamos a dejar títere con cabeza.
Dos años después de un contínuo derramamiento de sangre por y a causa de la revolución, dos camaradas suben maniatados al cadalso, sus cuerpos heridos apenas sienten el frío que envuelve el pequeño patio carcelario. Arriba en lo alto de la tarima sobre la que reposa un gran tronco enrrojecido por las contínuas decapitaciones, espera un viejo verdugo.
- Oye camarada, no te parece conocido el viejo.
- Sabes de sobra que hace tiempo que no veo, así que tu sabrás.
- Si claro, es el Hombre del Tiempo, ¿te acuerdas?, al inicio de la revolución.
- Ya y porqué no le preguntas qué coño hace aquí.
- No hace falta camarada, parece que ya lo ha oido.
El viejo, levanta su afilada hacha con sus manos, y les dice.
- Ante este rojo reclinario se posaron al inicio de la revolución duques, marqueses, generales y toda suerte de caballeros. Ahora le ha tocado el turno a los camaradas que como podéis ver serán tratados con la misma cortesía que los caballeros, así que camaradas y caballeros, tal y como en su momento les dije, para la revolución iguales son.
El camarada ciego, sin el temor de Dios, reta.
- Porqué no haces tu trabajo y acabas de una vez con nuestras vidas. Al fin y al cabo tu no eres mejor que nosotros, tu sigues matando.
- Cierto camarada pero solo porque vosotros me lo pedisteis, o acaso no recuerdas tus propias palabras: que sea sangre pues, y mucha, en abundancia, barra libre de sangre; esta vez vamos a por todas, no vamos a dejar títere con cabeza.

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