martes, 19 de febrero de 2019

¿Y tú de quién eres?



Por mucho que queramos saber del otro jamás sabremos de quién es. Jamás podremos saber casi nada acerca del otro, lo que realmente piensa o a quién admira de verdad. Somos para nuestros adentros bastante opacos. La mentira es una opción de defensa frente a la curiosidad ajena. Nuestro yo real está cubierto de una coraza a menudo impenetrable, pero no la cubrimos porque seamos tan especiales que debamos proteger nuestra identidad a la mirada de los demás que nunca conseguirían entendernos, solo lo hacemos por mera verguenza, ya que si los otros supieran quienes somos realmente habríamos de dar demasiadas explicaciones. La confesión la inventó la Iglesia a modo de palpar por encima la moral de la sociedad, con el rito del perdón y del secretismo suponían quienes pusieron tales órdenes en la boca de Jesús de Nazaret, que los buenos cristianos contarían sus crímenes. En cualquier caso ni con tales prerrogativas somos capaces de decir verdad. La mayor parte de nuestras propias atrocidades nos las llevamos a la tumba.

Así que de tanto metirnos unos a otros hemos creado una sociedad en la que no puedes fiarte de nadie, en muchos casos ni de tu propia sombra. En España hay un refrán que dice más o menos: "Dime de qué presumes y te diré de qué careces". Las certezas del otro son tan falsas que de entrada han de ser descartadas. Y de éste modo podemos entender el porqué aquí como en tantos sitios el pueblo sigue prefiriendo a Barrabás, a Hitler, a Trump o a Rajoy, el personal se deja engañar por que de no fiarse de nadie suele escoger al peor, al que más miente, porque al igual que menos más menos es igual a más en las matemáticas, mintiendo y volviendo a mentir llega a dar verdad, al menos en el espejismo con que nos engaña nuestro propio cerebro, que como buen gestor de eventos considera que no pudiendo rebatir tal avalancha de absurdos embustes, falacias, falsedades, bolas, trolas, cuentos, engaños, enredos, ficciones, patrañas y calumnias, se da por superado y convierte lo falso en cierto. Cumple con su labor en cuyo empeño no alcanza a ver desastre inminente y se recompensa como si hubiera conseguido un acierto cuando en realidad ha sido cazado, vencido y dominado.

Y si la suposición es verdadera y la mentira y el oscurantismo que hace opaco lo cierto y lo verdadero es el que rige nuestras sociedades y nuestro tiempo en el Planeta Tierra, podemos dar por descontado que somos carne de cañón, cuerda de reos, atajo de mamones, recua de esclavos, fila de putas y chaperos, ganado para el matadero, montón de estiercol humano, desechos de la sociedad, banda de tarados, pringada de drogadictos, catársis de soldaduzca, poblado de eunucos, nación de escoria. Todo esto y más es lo que somos, nunca a lo largo de la Historia el hombre ha sido tal y como tal ha actuado, tal vez si acaso en el comienzo de los tiempos cuando aún si apenas balbucía unas palabras para avisar de su presencia y recién acababa de erguirse en pie en altanera postura para exigir su derecho a hembra o a caza, solo si acaso en aquellos tiempos tenebrosos en los que el hombre nunca envejecía a la sazón por la violencia reinante, solo digo, la verdad, el coraje y la justicia era la dama que venía de serie con los que aparecían para gobernar sobre las bestias. Luego llegaría el raciocinio, la palabra y con ellas lo peor, la mentira y la dominación del cretino por el falso.

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