martes, 12 de febrero de 2019

El tren de Auschwitz.



Llevo al menos dieciocho horas dándole vueltas a un tema espinoso. Y puesto que no puedo aguantar más empiezo y ya se verá si consigo orientarlo correctamente.

El caso es que a menudo mis coetáneos, nacionales o no, esgrimen el no mea culpa sobre los acontecimientos que se desarrollan en el mundo, y sobre los que se desarrollaron la mayoría no tiene ni idea de que existieron. Muchos dicen que el mundo es maravilloso porque ellos llevan una vida donde la escasez es solo el tiempo que se les escapa de las manos. Otros esgrimen eso de que los que se quejan de todo deberían de proponer soluciones, como si alguien quisiera o fuera a escucharlas. Muchos achacan las culpas de lo que sea al diferente en ideología, en color o raza, en sexo o deseo, en religión o en lo que sea.

Cuando se analiza los nefastos hechos ocurridos en la segunda guerra mundial que es la que siguió a la primera, una gran parte de la gente no alcanza a entender cómo los alemanes dejaron que los nazis alcanzasen tal poder sin oponerse a ellos. O cómo los japoneses liaron la que liaron por creer que seguían los designios de un Dios viviente, su emperador. En ambos casos y al igual que los fascistas italianos consideraron que eran ellos y no los otros quienes tenían el derecho a la vida de los demás. Que las tierras de los otros eran suyas porque así lo decía la mitología normanda en el caso alemán, la divinidad en el japonés y la herencia de Roma para los italianos.

Nadie se atrevió a enfrentarse a quienes esgrimían ufanos y arrogantes sus derechos, y quienes a ellos se enfrentaron fueron de inmediato silenciados. Pero ¿por qué no se levantaron al unísono todos los que se decían demócratas o simplemente humanistas?, no lo hicieron porque al principio muchos dijeron que si se metían en la trifulca saldrían malparados y aquello no iba con ellos. Luego pensaron que era mejor estar con el poder que ser una víctima de él. Y así fue cómo arrancó el primer tren hacia el holocausto.

Acaso el maquinista pudo hacer algo para que ese primer tren y los miles de ellos que lo siguieron no arrancara, no rodara por las vías de la verguenza, por las vías del mal absoluto. O tuvieron alguna culpa los soldados que vigilaban que nadie escapara de los vagones y que los trenes del odio llegaran a su destino sin contratiempos. Puede que tampoco pudiesen hacer nada los vecinos que veían a sus conciudadanos judíos o a sus vecinos gitanos o polacos padecer, gritar y suplicar ayuda dentro de los vagones para ganado cuando éstos trenes del oprobio y de la pura maldad paraban para repostar o dejar paso a los convoyes militares en las estaciones de las poblaciones de tránsito, porque no tenían ni agua para beber y sus cuerpos estaban llenos de chinches y de negras moscas carnívoras que les devoraban mientras chapoteaban entre sus propios excrementos y los cadáveres de los más débiles. Puede que los aliados no creyesen los informes de los espías y de los que habían escapado de las garras de las alimañas nazis, y dudasen si era ya el momento de iniciar la guerra para aliviar el dolor de gente civil e indefensa.

Ahora, después de tantos años, nuevos trenes hacia Auschwitz parten cada día de estaciones en todo el mundo. Y hoy como ayer ningún maquinista hará nada para que esos trenes no empiecen su marcha, ningún soldado o ejército parará los convoyes o dejará que sus víctimas escapen. En las paradas hacia el matadero los vecinos por millones seguirán tapándose los oídos ante los llantos y los reclamos de piedad, y taparán sus narices para no agobiarse con el nauseabundo olor de la muerte que escapa de los vagones que contemplan a las puertas de sus casas.

Ahora esos trenes no van hacia un sitio donde sus viajeros a la fuerza serán masacrados, ahora esos trenes llevan otra carga, una carga diferente pero igual de mortal, con la salvedad que esta vez la muerte será para todos, esta vez los trenes van cargados de la inoperancia de nuestros dirigentes que miran a otro lado porque no están en el cargo para solucionar los problemas de sus ciudadanos sino para ocuparlo, para poseer las prebendas inherentes al puesto no para soportar las obligaciones. También llevan la estulticia de los ciudadanos que por mucho que se les haga saber que algo no es justo, a ellos igual que a aquellos de la segunda guerra mundial no les importa en tanto no vean sus posesiones en peligro. Y sobre todo van cargados con la ignorancia de todos, el no mirar adelante después de haber observado lo de atrás y establecido los hechos de la situación presente. Sólo pensamos en corto porque nos han dicho que eso es lo que debemos hacer. No tenemos despensas de ideas propias sino la vitualla diaria de los mandados. Y si acaso fueramos mandados por seres inteligentes, pero que va, lo somos por los más inútiles de la clase. Mirad el Trump un millonario estúpido que quiere arrasar el polo norte, aún a sabiendas de que eso va a significar el fin del planeta. O el Mariano que sigue malvendiendo el país y poniéndose medallas mientras la canalla estúpida que le vota le aplaude las gracias al inculto gallego que al menos esta vez no es militar. O las satrapías árabes que esclavizan a millardos de obreros, y que siguen encenegando el aire y los mares con la polución del oro negro que el resto del mundo quema en la hoguera de la idiotez más monumental que haya habido por los siglos de los siglos.

Seguimos llenando los vagones del tren hacia Auschwitz con los cadaveres de miles de mjillones de animales torturados salvajemente en las industrias de los mataderes de las especies, los despellejamos y esquilmamos sus habitats, somos como diablillos pendejos, absolutos maltratadores de la vida que algún estúpido dios quiso poner sobre la faz de esta bola espacial en la que luego olvidó no a una especie depredadora, sino a una especie exterminadora. En ese tren maldito que recorre cada día cada vía de nuestras tierras va lo más íntimo de nuestro ser, va nuestra humanidad con el destino de la certeza que se encuentra al final del camino. Y nadie hace nada por detenerlo, nadie lo va a parar. La estación final está a la vista, pasajeros prepárense ya estamos llegando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario