domingo, 10 de febrero de 2019

La Revolución empezó cualquier día...



Es complicado hacer y, por supuesto, organizar una revolución. Pero lo peor y más difícil es barrer la basura que se pega a los revolucionarios y que son conocidos como garrapatas y también como basura infiltrada. Esta gentuza nunca aporta nada nuevo, solo critica y raja sobre los demás, intentando dinamitar las reuniones y torpedear las consignas.
En realidad las revoluciones ni se hacen ni se pueden organizar puesto que en ese caso no pasarían a la historia con el apelativo de revolución, se llamarían asonadas, revueltas o golpes de mano o de gobierno, en fin cualquier calificativo les valdría, pero el de revolución les caería grande.
La revolución aparece de pronto, como un frenesí orgiástico que precede a una brutal sinfonía de libertad y a menudo de sangre, terror y destrucción que va a allanar el camino a nuevos tiempos, nuevas ideas y desgraciadamente nuevos tiranos.
La revolución en sí misma es un compendio de la barbarie humana, que a menudo es necesaria y siempre imprevista. Surge en medio de las noches más oscuras de la humanidad, pero ella no es mala ni perversa, es una consecuencia de la maldad intrínseca de los que teniendo el poder no han hecho nada por evitarla.

La revolución está en el adn de los seres humanos al igual que está en el del PP el robo y la mentira. Su esencia es la misma que la del amor y la del odio, con la diferencia de que es mucho más intensa; aquí los sentimientos pueden llegar a personarse de forma devastadora, el amor encumbrará a los líderes a lo más alto de la hoguera de las vanidades, y el odio decidirá el fin de estirpes y los todopoderosos, hasta entonces, serán deglutidos en una bacanal del terror.
La revolución es el alter ego de la evolución solo que se usa la sangre en vez del esperma para avanzar en ella, y, además, en vez de usarse el sexo para tal fin se usa para pregonar la voz del miedo y de la venganza.
La revolución dota a quien la vive de una fuerza imprevista que hace de los débiles formidables máquinas de cambio, pero a menudo descontroladas, sin dirección y sin un objetivo claro.
La revolución es, en fin, algo a lo que temer y algo que se puede y debe esperar, de hecho yo creo que la revolución está en puertas, y los que más saben de esto ya están armándose para pararla. Sin embargo, amigos y enemigos debéis estar preparados por que de verdad la Revolución empezó cualquier día.

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