martes, 10 de mayo de 2022

La guerra de los idiotas.

 



Podría llamarla de cualquier otra forma, pero la infamia, la arrogancia, la prepotencia y cada uno de los calificativos que arropan a la maldad pueden agruparse en el de la idiotez. Cuando nos estamos enfrentando a una crisis tras de otra de carácter sanitario, humanitario y de pura supervivencia de la humanidad, que tras un descalabro económico que sigue al anterior, lucha por minimizar la sangría de una pandemia, cuando miles de millones de seres humanos no acaban de salir de la pobreza sistémica y millones mueren de hambre o de miseria cada año, cuando estamos ante el abismo de la subsiguiente extinción masiva de seres vivientes, de biodiversidad y de nuestra propia existencia ante el duelo de los orates que no dejan de arrasar con nuestros bosques, selvas y ecosistemas, cuando soportando sin poder hacerlo a unas industrias y a unas élites económicas depredadoras y extractoras hasta el límite de lo imposible que contaminan, degradan y destruyen nuestro planeta como si no pasara nada y a ellos no les afectase, cuando necesitamos como agua de mayo inversiones multimillonarias y políticas generalizadas para apoyar la investigación y el progreso para todos incluida la biodiversidad; es en este momento cuando tras las presiones de unos y el poco aguante de otros se declara sin declararse la penúltima guerra de agresión entre vecinos, entre hermanos que no tendrá un final feliz.

¿Qué hemos hecho para tener que aguantar a estos imbéciles a los mandos? ¿Cuándo vamos a tener unos dirigentes sensatos, inteligentes y honrados a más de honestos?

Tenemos muchos retos que superar y ninguno incluye otra guerra de destrucción, deberíamos apartar a tanto inútil que pretende llevarnos por la senda equivocada, tenemos que tomar las riendas de nuestras vidas y plantar cara a tanto orate desquiciado. Por favor, tenemos menos tiempo del que creemos para salvar el planeta y las guerras no ayudan.

martes, 5 de abril de 2022

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domingo, 6 de marzo de 2022

¿Qué dirían?

 




Hay muchos que no apoyan el envío de armas a Ucrania y mucho menos la entrada militar en el conflicto. Yo les pregunto que qué dirían si entre los que huyen de las bombas, si entre los cada vez más numerosos muertos, si entre los que han visto arder, destruir o entre escombros su casa, sus pertenencias, su vida, si entre los que han dejado sus empleos y se han visto obligados a coger un fusil y marchar al frente poniendo sus vidas en pausa, si entre los ancianos que no tienen fuerzas para bajar de sus pisos a toda prisa para esconderse en el refugio más próximo, si entre los millones de menores que viven entre el terror y la locura de los asesinos, si entre los jóvenes que no llegarán a ser adultos plenos porque van a morir bajo fuego invasor, si entre los que no comerán un solo bocado y no beberán un solo trago ni hoy ni mañana ni tal vez pasado mañana estuviera un familiar (madre, hijo, hernano) un amigo, un conocido, el amor de tu vida. ¿Qué dirían?

sábado, 5 de marzo de 2022

Parar a Putin




 Hay que enfrentar al matón de Europa. Putin juega a un juego de guerra muy peligroso y en un momento delicado,  un momento donde el mundo sigue luchando contra la penúltima pandemia,  un momento en que el planeta, las naciones empezaban a recuperarse de un mayúsculo desastre económico, social y de salud, un momento que elige contra todo pronóstico para producir una nueva debacle, un desastre de proporciones planetarias,  bajo la amenaza de un holocausto nuclear.

Que sea, que sea el fin del mundo que no será aunque así lo pretenda este sanguinario dictador. Plantemos cara las naciones de Europa a este vil sátrapa, que no nos amedrenten sus diabólicas amenazas, no osará el pérfido oso ruso a pulsar con sus ensangrentadas garras el botón nuclear, porque su alto mando se lo impediría, a fuer de que tal acto significaría también la destrucción de Rusia y de la civilización. 

Lo bueno de esto sería que la vida animal florecería en La Tierra una vez desaparezcamos o reduzcamos nuestra presencia aquí en El Planeta Azul.

viernes, 4 de marzo de 2022

El principio de legitimidad democrática

 



El principio de legitimidad democrática en las manifestaciones, espontáneas o no, de los ciudadanos fuera de los cauces habituales como las elecciones, puede ser estimado a través del llamado por mí: cálculo de presión legítima dentro el paradigma democrático, que básicamente es una forma bastante retorcida de explicar algo completamente legítimo.

Si pudieramos volver unos decenios atrás con una máquina de esas del tiempo, y nos situásemos en los inicios de la ascensión al poder del partido nazi en Alemania; eso sí, pensando que los jodidos y criticones "yo lo sé todo y soy mejor que tu" de los alemanes, se hubieran opuesto fuertemente a la basura mental del mierda de Hitler, incluso tomando plazas y levantándose en armas contra sus criminales compatriotas, puede que Europa no fuese la que es, y desde luego no habría tenido que pasar por tan terrible esperiencia.

A lo que voy es que en determinadas circunstancias el pueblo tiene legitimidad para levantarse en contra del poder establecido, incluso aunque éste lo haya sido por libre elección democrática.

Cuando el poder se traviste y cambia de demócrata a tirano, es solo un remedo de la libertad que deviene en opresión; en ese momento, el pueblo como soberano, sin más trabas ni obstáculos, puede enfrentarse al gobierno de turno, y lo puede hacer con plena autorización democrática, aún sin pasar por urnas que valgan.

Y ahora vayamos al cálculo de presión legítima en el paradigma democrático. Este cálculo se efectúa para verificar si la presión, más allá de los límites o de los cauces legales establecidos en cada pais, puede ser considerada como democracia funcional o simplemente tacharlo de algarada o de revuelta popular.

Para hacer este cálculo no nos van a hacer falta grandes eruditos ni expertos en complejos procesos de cálculo, solo se van a precisar dos elementos que cada humano tenemos en nuestras caras. Efectívamente: los dos ojos.

Con nuestros propios ojos podremos ver si el personal que se encuentra en estado soliviantado tiene o no legitimidad democrática para efectuar la presión que pretende. Si las gentes aguanta un tiempo considerable bajo inclemencias, cargas, multas, acoso mediático, descalificaciones varias, en fin, si el pueblo aguanta lo que se le viene encima, y nadie o muy pocos desisten de sus reclamaciones, entonces tenemos presión legítima dentro del paradigama democrático, y lo demás son cosas de dictadores venidos a más.

lunes, 17 de enero de 2022

de súcubos y trolles

 



... de súcubos y trolles:


Estamos rodeados de seres mágicos pero para nada imaginarios aunque pueda parecerlo. Y la derecha tramontana, tanto la nacional como la extranjera ya sea ésta allende los mares, del otro lado de los Pirineos, en el oriente medio, en el lejano o donde quiera que sea, es muy proclive a alojar en sus filas a estos entes malignos y chupopteros que a menudo son sus portaestandarte.

Tenemos como referencia patria a los casado y a las isabelas de la soleada puerta madrileña, allende los mares a los bushs, los trumps y los bolsonaros, por esos lares post pirenaícos vemos a los johnsons y los órbans entre tantos, en las tierras califales ya les mandamos a uno de los borbones y apañaditos quedan.

Mientras muchos hacen progresar el mundo bajo sus pies, estos seres indeseados conspiran para su beneficio y desgracia del planeta. Lo que tocan lo contaminan con su putrefacción natural, su ADN maldice la evolución humana y en lugar de superar a sus antepasados descienden hasta remotos ancestros peludos y conspiranoícos.

Y así nos va, por el bien de esta humanidad que a trompicones y zancadillas prueba a avanzar espero y deseo que se extingan ahogados en su propia estulticia.

sábado, 27 de junio de 2020

El poder.



Cuestión nada baladí sobre la que me gustaría abrir algún tipo de debate, así que si alguien se anima a comentar o discutir, adelante.
En cualquier caso el poder ha sido, es y será un preciado objeto del deseo de los más desenfrenados aprendices de brujo.
El poder es ese algo, que se percibe por la magnificencia de sus aposentos, la extremada confortabilidad de sus carruajes y medios de locomoción, la pronta y esmerada atención de sus sirvientes, y, como no, la inigualable sensación de estar en la cima de la ola.
Al poder, además de deseársele, se le teme y/o se le respeta. Es como un hada que en cualquier momento se vuelve diablesa y te hunde en la miseria. Es como la peste cuando te persigue, no quieres que te alcance y rechazas sus consignas y sus leyes.
Cuando el poder mantiene entre sus manos el halo de la legitimidad y se basa en la honradez, tiene a sus pies el campo ancho para andar y hacer que la vida de sus ciudadanos sea algo a imitar.
Pero cuando el poder está corrompido por el oprobio y la mentira, se solapa y vuelve perverso; atenta contra su propia esencia y pervivencia, y obliga a la ciudadanía a la constante confrontación, al enfrentamiento y a la ruptura con las formas.
El poder debe estar controlado para que no se descontrole, es una verdad de perogrullo aunque suene a repetición. Los que están en el poder te dirán que ellos son servidores públicos, que aceptan la responsabilidad del cargo por su amor a la Patria, a la Nación, a la Bandera o a la Constitución, y lo harán si hace falta jurando sobre la Biblia; pero en realidad ellos, por lo que se viene viendo, se sirven de sus cargos para su propio provecho y en detrimento de los intereses públicos.