jueves, 17 de enero de 2019

El hijo del hombre y de la mujer.


Mira tú por donde que estaba yo como sin saber muy bien como explicar eso de...
Cuando los hijos de los hombres se reunieron para tratar de ver cual de ellos sería el elegido para ocupar el puesto del padre, se dieron cuenta de que uno de ellos no estaba.

El hijo del hombre y de la mujer, el que siempre clamaba en el desierto, lloraba. El hijo del hombre y de la mujer, el que siempre clamaba en el desierto, imploraba a sus dioses, al favorito de ellos y a los que le seguían en el orden de preferencias para los días de adoración, que cuidasen y protegiesen allí en las casas celectiales al buen hombre, que siendo su padre en esta tierra de lobos, le había alimentado cuando tuvo hambre, le había enseñado a conducirse por las veredas terrenales, y, también, le había dejado una herencia importante.

Cuando uno de los dioses menores, bajando de la bóveda celestial, le preguntó al hijo del hombre y de la mujer el porqué no se había reunido con los otros hijos de los hombres para ver cual de ellos debía ocupar el sitio del gran hombre recién muerto y padre de todos ellos, el contestó que él no era el mejor de los hermanos, ni siquiera era el segundo mejor de los hermanos, prosiguiendo contando hacia abajo hasta llegar a contestarle al dios menor, que probablemente él era el menos adecuado de todos los hijos de los hombres para suceder a su venerado padre.

El dios menor que ya había visto cómo los demás hijos de los hombres se rasgaban sus vestiduras clamando por la potestad ahora vacía y sin dignidad que todos querían para sí, levantó sus manos a los cielos en el momento justo en que se reunían todas las nubes más oscuras que imaginarse puedan; unos rayos hicieron tronar los vientos y el agua se derramó como si el propio cielo llorara por el comportamiento inocuo de los hijos de los hombres y por la muerte del padre de todos ellos.

Meses después cuando paró de llorar el cielo, cuando los hijos de los hombres curaban las heridas recibidas en las pérfidas guerras de la herencia no recibida, cuando el hijo del hombre y de la mujer, el que clamaba en el desierto descansaba junto a su amada en los lechos del olvido de los dioses menores, entonces todo siguió como al principio.

Los hijos de los hombres seguirían disputando por las herencias no recibidas, y el hijo del hombre y de la mujer seguiría clamando en el desierto. Como no puede ser de otra forma y en la forma en que se acaba esta historia que espero hayas tenido a bien leer hasta el final.

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